La aventura del Poseidón

Acerca de ‘La aventura del Poseidón’

Supervivencia bajo una tremenda circunstancia: un crucero queda boca abajo en alta mar y va hundiéndose rápidamente, los pasajeros supervivientes al embate de una gigantesca ola, y que permanecen atrapados en el interior del barco, deben decidir qué hacer para tratar de salvar sus vidas.

Título original The Poseidon Adventure
Estados Unidos 1972
Dirección Ronald Neame
Guión Stirling Silliphant y Wendell Mayes sobre una novela de Paul Gallico
Fotografía Harold Stine

En 1972, siguiendo la prometedora estela que Terremoto (1970) abrió en el subgénero de películas de catástrofes, la 20th Century Fox produce La aventura del Poseidón a partir de la adquisición de los derechos de la novela de Paul Gallico por parte de Irwin Allen (que en 1979 dirigiría una poco acertada segunda parte del film).

Ronald Neame dirigió esta película con el acierto y el saber hacer de un hombre que trabajó con Alfred Hitchcoch en Blackmail (1932) y David Lean en los guiones de Breve encuentro (1945 – adaptación de la obra de Nöel Coward) y Grandes esperanzas (1946 – sobre la novela de Charles Dickens), y que sin ser uno de los grandes,  junto a ‘La aventura del Poseidón, dirigió films tan atractivos como Whisky y gloria(Tunes of Glory – 1960), Los mejores años de Miss Brodie (1969)o Odessa (1974).

A nosotros, los espectadores, nos importa lo que les sucede a los personajes de La aventura del Poseidón. La elaboración de la urdimbre emocional es tan simple, pero perfecta, que, ciertamente, a cada visionado de la película volvemos a sufrir y a ‘esperar’ que tal o cual personaje logren superar las tremendas vicisitudes que encaran y sobrevivan (al menos esta vez, como el chiste aquel). Hay algo en la película que fluye en un nivel superior al del eficaz trabajo de guión e incluso al fenomenal trabajo actoral. Y a ello dedicamos el breve ensayo de este artículo en el siguiente apartado.

Acerca de La aventura del Poseidón

Mientras los 1.500 pasajeros del Poseidón, un lujoso trasatlántico que navega de Estados Unidos a Europa, celebran la Nochevieja, estalla una feroz tormenta y una enorme ola transforma el placentero viaje en una catástrofe que puede acabar con la vida de todos los pasajeros.

-¿Qué nos ha pasado?- La vida, la alegría de sentirse vivo en un salón repleto de gente contenta que celebra el Fin de Año ha quedado transformado en un minuto en un escenario infernal. A diferencia de lo que podemos ver en el remake de Wolfgang Petersen, Poseidon (2006), los personajes muestran un shock verdaderamente humano, reconocible en el miedo, la perplejidad y la subrepticia autoconsciencia de la indefensión.

¿Qué nos ha pasado?

‘¿Qué nos ha pasado?’ es una frase que resume toda una situación vital: un terrible aspecto de la Realidad acaba de presentarse y nuestros constructos psicológicos, nuestra idea de la Naturaleza, elaborada durante toda una vida, se viene abajo y nos muestra su cara más despiadada. Ante esto, el ser humano tiende al pensamiento mágico, o religioso. Es aquí donde el personaje del reverendo Scott (Gene Hackman) adquiere todo su sentido, en lo que concierne a la trascendencia de los actos humanos y actos divinos. Pero las construcciones metafísicas no sirven cuando uno está  en el interior de un trasatlántico boca abajo a punto de hundirse.

Todos los personajes luchan por sobrevivir. Existen constantes posicionamientos opuestos respecto a lo que debe hacerse y sobre cuál camino seguir. Los líderes naturales, un predicador, el sobrecargo del barco, el médico de a bordo y un ex policía- surgen en medio de la angustia y proponen soluciones diversas, sobre las cuales cada superviviente acaba decidiendo. Uno dice que es mejor esperar donde están a que les rescaten y otros proponen intentar llegar a la superficie, aunque cada uno por diferentes caminos.  Sin embargo, entre ellos no hay demagogos, ni dictadores, ni superhombres que sepan qué es mejor para todos. Tan solo hay personas que se sobreponen a una situación desesperada, proponen soluciones y actúan, y otras personas que deciden seguir uno u otro líder en función de su visión, siendo esa su angustiosa decisión, sin embargo adoptada libremente.

Héroes

Durante el trascurso de la historia sorprende ver que ninguno de los personajes engaña a nadie a pesar de que lógicamente en un trance así hay errores de apreciación, esperanzas infundadas y equivocaciones al evaluar una situación. Aparecen tensiones y discusiones respecto a lo que debe hacerse, en efecto, pero nadie intenta manipular los hechos o subvertir la realidad para engañar. Cada líder presenta la situación tal y cómo la ve, proponiéndolo a su mejor manera para convencer a los demás pero nunca engañando u ocultando hechos. De esta manera, todos y cada uno de los pasajeros del barco sentenciado puede tomar sus propias decisiones sin ser embaucado.

La heroicidad aparece en subsiguientes circunstancias y situaciones, por supuesto, pero los héroes pasan desapercibidos, nos damos cuenta de que lo eran cuando ya no están, la marcha de un verdadero héroe deja un vacío, mientras que la ausencia de un falso héroe proporciona alivio.

Quién se sacrifica lo hace sin calcular, sin pensar, sin recibir nada a cambio, arriesgándolo todo; sin aplausos ni medallas. Sin reconocimientos ni recompensas. Quién se entrega por otro lo hace por amor. Por un amor que va con él o con ella. Con un amor con el que ha nacido cualquier hijo de buena madre. A menudo los verdaderos héroes son personas que pasan desapercibidas, pero sin los cuales y sin su callada labor las cosas serían sin duda mucho peores. Se ofrecen por aquello tan loable, pero también tan peligroso del bien común. En La aventura del Poseidón este ofrecimiento es genuino, valeroso y, por lo tanto, merecedor de reconocimiento; sus personajes , pese a lo terrible de la situación, se imbuyen de valor y con ello otorgan al grupo una gran dignidad. De aquí que nos importe tanto el destino del grupo de supervivientes, tanto el de los individuos como el del grupo como entidad, y suframos la peripecia como algo más que un simple entretenimiento.

La vida acompaña a los valientes. Aunque es cierto que los mejores siempre caen y que los que no lo eran tanto sobreviven. Es así porque los primeros lo dan todo sin pedir nada a cambio, sin protección, dando la cara, exponiéndola, y por lo tanto corren con todos los riesgos. Sin embargo los cobardes, los interesados, los ruines, suelen perdurar, pero no viven, porque vivir en la indignidad -en la vileza- no es vivir. Tales seres viven a costa del grupo fingiendo y vanagloriándose que son lo que otros verdaderamente son sin exhibirlo nunca. Afortunadamente, no hay un solo perfil de este tipo en La aventura del Poseidón. La Ficción suele ser muy condescendiente con su madre, la Realidad.

En un grupo humano es un desastre que personas mezquinas, o viles, estén a cargo de nada, y mucho menos en situaciones difíciles, puesto que todo el grupo perecerá. Y es responsabilidad del grupo evitar que tales personas decidan qué debe hacerse o que deba pensarse. Porque estas personas decidirán sólo en función de lo que les conviene a ellas mismas. De esto se desprende la irrebatible certeza de que el grupo acabará sucumbiendo. Es cierto que existen personas indeseables. Tan cierto como que solemos permitir que gobiernen y destrocen nuestras vidas. Y esa es nuestra culpa.