
Betelgeuse es la segunda estrella más brillante de la Constelación de Orion, roja como el Infierno, una supergigante de enormidad inimaginable. También es un personajillo que se busca la vida como mejor entiende en el mundo de los muertos.
Cuando uno se muere no sabe qué le espera al otro lado. Cuando uno malgasta la vida sabe que al día siguiente no le espera nada, o lo mismo de lo mismo, que es peor.
Irreverencia y lugubridad. Disfrutar de la más espléndida imperfección.
Título original Beetlejuice
Estados Unidos 1988
Dirección Tim Burton
Guión Michael McDowell, Larry Wilson y Warren Skaaren.
Fotografía Thomas E. Ackerman
¡Llévense a sus vivos de aquí!
Todos los personajes en Beetlejuice son desalentadores y la mayoría desagradables, incluso la hija siniestra, Lydia (Winona Ryder) lo es por deprimente y pasiva. El matrimonio joven (Alec Baldwin y Geena Davis) son amables, buenos, educados, utópicos, e incapaces. Los padres (Catherine O’Hara y Jeffrey Jones) y sus amigos, lo peor de la vanalidad.
Y, sin embargo, el personaje más desagradable, asqueroso, mentiroso e interesado, el bergante Beeteljuice, resulta ser finalmente la más honesta persona, tanto entre los vivos como entre los muertos. Y su don no reside precisamente en que esté dicharacheramente traspasado. Es un personaje construido a base de unir cachos modales de los más catetos y bochornosos tópicos del arquetipo rústico jeta norteamericano. Muy graciosamente construido, pero en el que sin embargo vislumbramos ALGO que no está en los demás personajes. Su cinismo esconde su oculta percepción de la realidad, sus maneras disimulan su decepción ante la existencia. Lejos de deprimirse, adopta una postura digna e inteligente; se erige en un personaje llamativo que desafía lo horrible de la vida (en ambos mundos) para erigirse en una individualidad plena y autoconsciente.
¿Alguna similitid con el Joker Burtiano de Batman?
El matrimonio, formado por Adam y Barbara, representa la utopía a la que nunca llegará la especie humana a través de valores tales como la cordialidad, el entendimiento o el saber disfrutar de la existencia en buena relacíón con los demás; sin embargo se trata de una actitud suicida e infantil; y por ello sus vidas quedan desbaratadas por la acción estúpida de un simple chucho.
Lydia, la hija oscura, es un paso más allá, representa el desengaño vital y la amargura consecuente al ver la realidad de la vida y no poder sobreponerse a ello, adoptando una figuración gótica, indolente y desesperada, aunque muy cómoda. Lydia no convence por gandula.
El resto de personajes, en diversas variantes, muestran las peores y más cotidianas y extendidas adaptaciones de la especie humana a la existencia: comportamientos egoístas que frecuentemente acaban en ruindad. Delia, Charles, Otho y el resto son vulgares y estúpidos.

Frukitos de mosca y bitelchúses
Traducciones y doblajes. En esas prodigiosas traidicciones –donde la traducción y la traición comparten piso- al castellano tenemos dos de aúpa: el propio título de la película ‘Bitelchús’, palabra aparentemente creada para la ocasión por la similitud fonética con ‘Beetle Juice’ y que da lugar a la espantoñolísima versión de la adivinanza entre Michael Keaton y Winonna Ryder; Y la no menos meritoria ‘Me como un perro’. Traducción literal de ’Eat the Dog’, cuyo significado sería la de hacer algo impensable en una situación de necesidad extrema, el último sacrificio, vamos. De esta manera, pues con la frase ‘me como un perro’ no sabemos si se refiere a uno pequeñito y caliente con el que Beetlejuice fantasea porque está hambriento. Cotas de excelencia que sumar a traducciones tales como ‘En el nombre del Padre, del Hijo y del Santo Fantasma’ de Drácula 73 (aunque esa es difícil de superar).
Papeleos
Los muertos son bastante canallas, sin excepción gozan de las misma vacuidades que cuando estaban vivos. Así que Beetlejuice se presenta como un tipo, a la postre, bastante interesante que a buen seguro no encajaba nada con sus semejantes cuando estaba vivo, de hecho, tampoco se lleva bien ahora con los muertos.
A Burton le atraen los malos, y no les disculpa, se lo pasa bien con su desparpajo, socarronería, jeta y malas artes… Tim Burton es un tipo peligroso.
La muerte es un trámite funcionarial. Los funciodifuntos son gente igual de amargada que sus homólogos biológicos. Lo indigesto del asunto reside en que el más allá es una continuación pesadillesca del aquí y ahora. Con todo, un elemento muy inquietante: la maqueta.

La maqueta
Adam trabaja en un diorama que representa fielmente el pueblo en el que vive junto a su esposa Barbara. Este elemento, que en un principio sirve para ubicar a Adam en sus quehaceres favoritos y dibujar así su perfil de personaje, y que más tarde servirá para acompañar las ambiciones urbanísticas de Charles, es utilizado, en cambio, como verdadero soporte de lo ‘sobrenatural’.
Más allá de la fácil identificación simbológica, la maqueta de la localidad nos presenta la cuestión de la dualidad de los mundos –el otro mundo-, -el reflejo-, etc.. la maqueta está situada en el desván, antítesis y reflejo del sótano –ambos, espacios para lo oculto y la fantasía-, lugares en el que un niño (disponga su casa de este espacio o no) sueña en proyectar sus ideas más libres a cubierto de las miradas aburrientes de los mayores. Observemos cómo Burton ilumina el desván y la maqueta cuando está en este recinto; no existe otro espacio igual en el film.
No olvidemos la secuencia inicial: Un travelling aéreo por la localidad nos lleva, sin que sepamos cómo ha sucedido, a la casa de la colina, que en realidad es una parte de la maqueta. De la misma manera que la pareja no entenderá cómo ha transitado del accidente de coche a la otra vida o de su casa a la oficina de gestión de fallecidos, nosotros no sabemos cómo hemos acabado dando por real una casa que no es sino una representación en miniatura. Magia.

Diversión y entretenimiento, ¿Qué más puede pedir un muerto?
Realmente, todo parece no tener la trascendencia que aquí se apunta –el puticlub Inferno Dante no es algo muy elaborado-, aunque sí está muy presente esa mirada infantil de algunos críos, Tim Burton es uno de ellos, que ven mucho más de lo que parece al observar cualquier cosa. Y para lo que a la mayoría de nosotros nos parece una simple y bien hecha maqueta, para Burton es un mundo extraño y particular en el que ubicar su Hades. Hay miradas de niño que aterrorizan.
Bueno, nada que ver con el fantasma de la señora Muir. Aunque encontremos realmente encantadora a la pareja de recién fallecidos. Y por añadidura, qué entrañables efectos especiales, sin ellos esto no hubiera sido lo mismo.
En fin, creo que ninguno de nosotros conseguiremos sobrevivir al accidente. Veremos si al otro lado nos espera alguien que esté dispuesto a comerse a un perro. Nosotros, ¡mejor escucharemos calipsos!