La Condesa Dracula

La Condesa Drácula

Erzsebet Bathory ha pasado a la historia por ser una sádica que torturó y asesinó a más de 600 jóvenes con el fin de aprovechar las cualidades regeneradoras y radicalmente antiage de la sangre de las vírgenes.

Parece ser que Vlad III Tepes ‘El Empalador’ (que más probablemente sin leyendas ni invenciones literarias, empaló a 10.000 turcos) y más conocido como Drácula, fue uno de sus antepasados. Asimismo, Bathory era pariente, entre toda una noble lista de relaciones familiares del Rey de Polonia, aunque también se dice que una rama de su ascendencia se dedicaba a la brujería y la nigromancia.

Título original Countess Dracula
Año 1971
Reino Unido
Dirección Peter Sasdy


Siempre se ha dicho que el personaje Drácula de Bram Stoker está basado en Vlad Tepes el Empalador, pero dado que éste no tenía por costumbre beber la sangre de sus víctimas se ha establecido más recientemente la teoría de que Stoker también se inspiró en Erzsebet Bathory.

Historia, leyenda, ficción

La Condesa Drácula es una película del tibio director Peter Sasdy, donde es Ingrid Pitt, en su papel de Condesa Elisabeth Nadasdy (transnominación de Erzsebet Bathory) lo mejor del film. A partir de la horripilante, verdadera y pretendidamente documentada historia de la princesa húngara Erzsebet Bathory, que vivió, torturó y asesinó a esas alrededor de 600 mujeres en el siglo XVII. Aunque puede que no fuera así. Como en tantas otras ocasiones, el hecho de ser odiado u odiada por causas varipintas puede convertir a la gente en monstruos sin ser ellos muy conscientes de la transformación. Por ejemplo, de tener una sexualidad diferente, uno puede ser considerado paulatinamente un depredador, hasta con el tiempo quedar convertido para la posteridad literalmente en ello.

A partir de esta historia, la Hammer elucubra a principios de los ’70 una de sus producciones destinadas al consumo de sus fieles al terror inconsistente, o no tanto del terror radicalmente coloreado, sino también para los esperanzados en la perspectiva de vislumbrar algunos fugaces desnudos femeninos (principios de los ’70, recuerden).

Por cierto, la imagen que encabeza este artículo y el trailer de la Hammer no corresponde a esta película, sino a ‘The Vampire Lovers’. Bathory no lucía colmillos, ni siquiera en la ficción.

¿Iluminación o colorismo?

Llama poderosamente la atención la iluminación de La Condesa Drácula. Durante su transcurso, los personajes usan antorchas, candiles y candelabros; en las diferentes estancias hay lámparas y candeleros. Pero a poco que observemos, formalmente no hacen ninguna falta ya que los espacios están tremendamente iluminados, de hecho, el paso de la tea o un candil que sujeta un personaje ni siquiera modifica intensidades de luz o genera sombras en los decorados. Esto sí es un misterio en sí mismo que debe ser investigado.

Luciano Berriatúa, en su libro Nosferatu. Un film erótico-ocultista-espiritista-metafísico, presenta un artículo de Albin Grau aparecido al día siguiente del estreno de Nosferatu, eine symphonie des grauens (1922) de F.W.Murnau. Grau fue promotor de la idea, productor del film, diseñador de los decorados y de vestuario de Nosferatu:

«Aplicada al cine, la decoración no debería ser otra cosa que un marco del clima de la acción…» [] «En la iluminación radica el verdadero principio vital del decorado artístico. Casi siempre se recurre a la ayuda de la iluminación -aunque sea el factor principal- cuando los decorados ya están construidos. Por eso ocurre, en la mayoría de veces que la iluminación produce sensaciones espaciales que el artista no pretendía… La iluminación no está para iluminar el decorado, sino para dar vida a los componentes de la imagen, moldeando decorados y acción».

Luciano Berriatúa — Nosferatu. Un film erótico-ocultista-espiritista-metafísico – Divisa Red (2009)

No es nuevo que la luz es el elemento de trabajo esencial en el cine-al igual que en pintura o fotografía- de manera que podemos preguntarnos el motivo del acentuado colorismo en detrimento de la luz en films como el que nos ocupa.

Razones:

Los decorados son profusos (recuperados de la producción de Ana de los mil días (Anne of the Thousand Days – Charles Jarrott, 1969 ) y, aunque en buena parte de cartón piedra, configuran una verdaderamente llamativa e importante parte de la película –junto a Ingrid Pitt, son los verdaderos protagonistas, y ahí está la puesta en escena de Sasdy para certificarlo. ¿Valía la pena después del esfuerzo de su montaje (y alquiler) desperdiciarlos a causa de una puesta en escena tenebrista? No.

¿Porqué? Porque la película, como es notorio en buena parte de las producciones de la Hammer, no pretende aterrorizar, ni inquietar, ni asustar. Por ello no hace falta envolver la acción en una fantasmal localización donde el castillo se sugiera más que se muestre. No, el castillo se muestra porqué hay que mostrarlo. El motor de la película es el sexo y el erotismo, no el terror. Incluso se permite ocultamente plantear una historia absolutamente incestuosa y mantenida convenientemente bajo la alfombra. Porque podemos ser tolerantes con un desnudo, pero no con la idea de un tipo que se acuesta con la madre de su amada, al menos abiertamente (principios de los ’70, efectivamente).

Omisiones

El film omite el planteamineto de escenas obvias a priori que hubieran sido más atroces y macabramente apetitosas: los asesinatos de las doncellas y los posteriores baños de la Condesa con su sangre. Existe un extraño tabú en el cine alrededor de la Condesa Bathory (de su leyenda, mejor dicho). Quizás sea debido a que esta noble y sus execrables actos pudieron ser reales y la ficción ante ello se ve superada. Sería probablemente algo demasiado duro y bizarro, hiriente, y por lo tanto presumiblemente rechazado por parte del público –con la consiguiente afectación en la taquilla–, de manera que finalmente la historia es una simple excusa para tratar otros temas más interesantes como, por ejemplo, la entrañable peripecia de  un casadero que se acuesta con su suegra, y es engañado por el amante de la misma para irse de mujerzuelas que fuman y ser delatado finalmente mientras yace borracho con su conquista de taberna. Eso sí son temas humanos. Lo de Bathory, en cambio excede lo que uno puede contar a los nietos.

István Csók

Erzsébet Báthory – István Csók 1895

A destacar, en la escena de apertura, la inserción de la pintura ‘Erzsébet Báthory’ del pintor impresionista húngaro István Csók, que creó esta obra en 1895, poderosamente atraído por la figura de la aristócrata.

La elaboración de la composición coincidió con el cambio fundamental en la evaluación de esta gobernante en la historiografía: Hasta entonces se describió a Erzsébet Báthory como un horripilante monstruo sediento de sangre; sin embargo, modernos análisis elaborados a finales de la década de 1880 atribuyeron cada vez más su estado a un severo trastorno mental. Podemos apreciar esta idea en los rasgos generales, facciones y composición corporal de la figura de la protagonista del cuadro. Ante la escena que se le presenta su actitud pertenece más a la de alguien que no percibe correctamente la realidad que no a la de un ser malvado que disfruta ante el horror.
La pintura fue destruida durante la II Guerra Mundial. Muy apropiado.

Bien, ¿nos sentimos más seguros pensando que no existen monstruos, sino locos, que no hay personas malvadas, aunque sí perturbadas, que no hay demonios, sino orates y que el Mal no existe puesto que todo es creación de la mente, la conducta y la moral humanas?

Quizás el Mal sí existe sin necesidad de dementes o de que creamos o no en él. O quizá hay otros mundos, pero están en este, ya saben…