Todo tiene un principio y llega a su final; nos guste o no, así es la vida.
Aprendemos a vivir conviviendo con los demás. Compartiendo con quienes nos rodean todo tipo de emociones. De esa manera existimos y aprendemos a ser. Es en relación a los otros que somos alguien.
Título original Sommaren med Monika
Suecia 1953
Dirección Ingmar Bergman
Guion Ingmar Bergman, Per-Anders Fogelström sobre su novela
Música Erik Nordgren
Fotografía Gunnar Fischer
Mientras Mónica llora en el cine al ver una escena de una película, Harry bosteza. Mientras él, encantado con lo vivido, dice que ‘ha sido un verano maravilloso’, ella bosteza.
Ingmar Bergman nos narra en Un verano con Mónica una historia de verano, el relato de la escapada de dos jóvenes, Mónica y Harry. Son seres de carácter distinto, con algunos rasgos opuestos, quizás incompatibles, que se han encontrado, que viven un romance apasionado y se ilusionan con esperanzas y sueños en común. Sin embargo su destino es separarse. Nadie será en el fondo culpable de ello, parece decirnos Bergman, solamente es así.
El verano como metáfora de ciertas etapas de la vida. Metáfora acertada, ya que es en verano, estación de asueto y sueños de futuro, donde se emmarca la acción del film. En este caso de la etapa compartida con una persona que ya no está. El verano instruye y hiere; modifica la dirección de la vida. Harry, ya sin Mónica, al mirarse al espejo ve que ha madurado, que sabe más, y ha pagado el peaje que depara el vivir: perder la ingenuidad.
Oposiciones
Película de planteamiento escénico limpio, a lo que se suma la fría y hermosa fotografía de Gunnar Fischer. La narración es poderosamente apoyada en una puesta en escena concluyente y directa.

Escena orilla: Harry viste claro, Mónica oscuro mientras hablan de futuro. Rematada al final por una transición a una fogata que da la sensación de quemar la imagen. –presagio, destino-.

Escena en la casa del matrimonio. Problemas económicos: Un blanco-negro en un plano con contraposiciones; el viste de negro en fondo oscuro oscuro, ella de blanco en fondo claro. Distancia.
Existen otras escenas que remarcan visualmente esta dicotomía, que se presenta paulatinamente desde un presagio o un aire de destino incierto a la representación palpable de la muerte de la relación. Después del verano, en su dimensión metafórica, es decir, una vez casados, a ello se suman tonos de conversación antagónicos que evidencian la divergencia entre la pareja: son vitalidades finalmente incompatibles.

El uso de primerísimos primeros planos para observar directamente las emociones de los protagonistas, de una forma limpia y directa, sin maquillajes ni efectos, son los verdarderos puntos de inflexión de la película y a la vez sus diferentes clímax. La trama es la propia experiencia vital de la pareja y las conclusiones a las que llegan a lo largo de la relación entre ellos sus diferentes desenlaces.
Vivir
Pero finalmente, a pesar de todo, él ha aprendido, y ha vivido. Si no hubiese conocido a Mónica ¿Hubiese vivido?
Ella no ha dejado de vivir, no necesitaba a nadie para hacerlo. De aquí que no existe verdadero conflicto moral o ético, Bergman simplemente observa la realidad humana y la conducta de las personas ante la vida. Estudia su naturaleza y la filma. No emite juicios de valor sobre sus protagonistas. Es una mirada genuinamente humanista en su más pura acepción.
Los personajes secundarios o episódicos que a todas luces son malvados o moralmente reprobables no constituyen verdadero elemento de estudio humano, sino en cuanto excusa argumental para situar emocionalmente a los protagonistas en la acción, para esculpir su situación anímica y emocional frente a la sociedad.
Existencialismo y angustia social se mezclan sin que ninguno prevalezca en el fondo, aunque en este film parecería a priori que Bergman apuesta por la crítica social –en todo punto neorealista formalmente– y con todo el acento nórdico Kierkegardiano.

Finalmente, el título ‘Un verano con Mónica – Sommaren med Monika’ define algo importante:
Es la historia de Harry, o de quién crea el relato, o de ambos contada por ellos mismos. Pero no es la historia contada por Mónica. No sabemos cómo contaría Mónica esta historia. Y esto es lo espeluznante de ese último primer plano de ella mirando directamente al espectador, desafiante, segura y serena. ¿De verdad creéis saber lo que sucede, os atrevéis a juzgarme, creéis que me importa?
No le importa porqué Mónica es libertad, pero la libertad también hiere, no se puede atar, se evade y es caprichosa. ¿O acaso nos lo parece así es porque no la merecemos? O quizás da igual, porque la vida es como es y no se somete a nuestras reglas.
Y si esto les parece demasiado, o demasiado poco, vean ‘Gritos y susurros’ del mismo autor y la misma actriz, y prepárense…